Un estudio acerca de
la obra El
problema de la conciencia histórica
de Hans-Georg Gadamer
28/01/2014
Mon Búa Soneira
Introducción
El presente estudio
pretende mostrar la interpretación de la lectura de El
problema de la conciencia histórica,
de Gadamer. Como base al nacimiento de la hermenéutica, esta obra se
sitúa en el principio del proyecto filosófico que va a venir
definido en Verdad
y método.
Así pues, esta
somera investigación piensa acorde a otras lecturas la labor crítica
gadameriana en los comienzos de la herméneutica como marco
teórico-metodológico. El seguimiento que realizamos de la obra
camina capítulo a capítulo desmigajando e interpretando el texto de
Gadamer, busca referencias más allá del propio texto e intenta,
además de dar una visión clara, rigurosa y fidedigna del
pensamiento del autor, una exploración aproximada al concepto
hermenéutico que haga pensar al lector.
Gadamer indaga en la
naturaleza de un método histórico heredero de las ciencias del
espíritu de Dilthey y Scheleiermacher y, por otra parte, busca en la
fenomenología hermenéutica de Heidegger un fondo ontológico en el
que situar el saber histórico. El logro de la obra El
problema de la conciencia histórica
está en atinar una crítica y una puesta en cuestión de los saberes
históricos y su relación con las ciencias humanas, para luego
elaborar un modelo teórico capaz de explicar los hechos históricos
y brindarlos a la comprensión humana a través del bosquejo de la
hermenéutica.
De este modo, frente
a los enfoques modernos que se regían por una ciencia humana
(geisteswissenschaften),
Gadamer fue muy crítico y planteó una nueva corriente histórica
que derivó en futuras polémicas con modelos actualmente paralelos
al suyo, como puede ser el neokantismo habermasiano. Así bien, su
labor, comprometida con el análisis existencial del Dasein
heideggeriano y la visión ontológica de la temporalidad, se dirige
a la formación de un método que encaje en ese mundo transmetafísico
que tanto le fascinaba.
En esta obra podemos
ver a un Gadamer enfadado con la tradición histórica antecedente
ceñida al paradigma de las ciencias y con una metodología de esta
índole. No sólo la critica desde una perspectiva antimoderna y
existencialista, sino que se dirige al mismo Aristóteles para
despertar un saber que tenga en cuenta el objeto
mismo,
colocando a la comprensión humana en el lugar del devenir histórico
que le corresponde, en la facticidad en la que se inmiscuye.
El texto se abre a
una totalidad en la que el intérprete es mediador y en la que juega
entre los contextos y las experiencias que en el texto se despiertan.
La hermenéutica no queda bajo el prisma calculador de un saber
objetivista, sino que tiene en cuenta que el saber histórico es a la
vez un ser histórico que no es ajeno al devenir, ni a lo que rodea
al mundo de la experiencia. Al final de la obra Gadamer nos sitúa en
los bosquejos de lo que será póstumamente la hermenéutica y nos
deja expectantes de cara a la lectura de la que será su obra
concluyente, Verdad
y método.
i. Crítica al
conocimiento histórico de la ciencias humanas
La actualidad lleva
consigo un problema epistemológico grave que presentan las ciencias
humanas. Las ciencias históricas modernas se traducen hoy por
convención, dice Gadamer, en lo que conocemos como «ciencias
humanas», se caracterizan por la línea habitual de respuestas a
argumentos que se muestran en la oposición de los propios, dónde la
reflexión se coloca en la perspectiva del
otro
que refuta o discute el argumento particular de uno mismo. A
diferencia de estas ciencias humanas, Gadamer busca un método
histórico que sobrepase este modelo y que cada una de las partes
sea plenamente consciente del carácter particular de su perspectiva.
La primera definición que nos acerca Gadamer al respecto de la
conciencia histórica, es aquella que la entiende como «el
privilegio del hombre moderno de tener plenamente conciencia de la
historicidad de todo presente y de la relatividad de todas las
opiniones» (1993: 41).
Ante la llegada de
la época moderna, la aparición de la conciencia histórica que
caracteriza al hombre contemporáneo es una reliquia que debemos
valorar, pero a la vez, una carga con la que tenemos que lidiar en
nuestros días. La conciencia histórica reflexiona sobre la voz que
viene del pasado y la reemplaza en el contexto en el que se ha
enraizado, sacando de los recuerdos el significado y el valor
relativo que a ella le conviene. A esto es a lo que Gadamer llama
interpretación.
Es decir, un encaramiento con el pasado desde un presente que lo
remueve y del que exprime una comprensión de la historia. La
interpretación piensa el acontecimiento de una forma simbólica, se
da cuando el significado de un texto no es comprendido desde el
primer momento y necesita una vuelta al pensamiento, un
re-pensamiento —por
así decir—.
Sin embargo, hoy en día, la interpretación se convirtió en algo
más universal y amplió sus fuentes a las que se aplica; ya no sólo
está dirigida a la atención de textos y a la tradición verbal,
sino que se aplica a todo lo que históricamente nos fue sucediendo.
Ya todo es puesto en interpretación, desde las conductas humanas
hasta sus intimidades profundas. Para ello, es necesario remontarse a
Nietzsche y ver que todos los enunciados de nuestro pensar son
susceptibles de ser interpretados, pues todo lo que nos llega viene
ya asimilado y deglutido por unas ideologías
interpretantes.
Comenta Gadamer que
las ciencias humanas también alimentan sus teorías con un ejercicio
de la interpretación, eso las hace de su interés. Pertenecen a un
círculo de comprensión interpretativa en el que es difícil no
obviar el papel de la filosofía, y no únicamente por una
determinación de tipo epistemológico, sino que presentan un
problema de
la filosofía. Esto es, no podemos considerar el problema de las
ciencias humanas en la filosofía, simplemente, como un problema del
método, sino que la tarea consiste en definir y reconocer una idea
muy diferente de conocimiento y de verdad.
Las ciencias humanas
buscaron una amistad conceptual con las ciencias naturales, juntas de
la mano formaron ese proyecto contra el idealismo y la especulación
que podemos reconocer estos días. Esta forma de buena conciencia
científica de las ciencias humanas fue desarrollando métodos
históricos y críticos, pero siempre apoyada en las ciencias
naturales. La pregunta que se hace Gadamer con respecto a este
vínculo entre ciencias es acerca del sentido de esta relación entre
ambos ámbitos científicos. Pues es curiosa, cuanto menos, el
interés de las ciencias humanas por un método autónomo y propio
basado en la matematización que ofrecen las ciencias naturales. Para
ello reclama a Aristóteles1
en la defensa del objeto
mismo
(1993: 47) como el determinante del método, y no de un método que
pueda ser determinado antes del objeto. Tiene más validez
caracterizar el método propio por el concepto aristotélico que por
el a
priori
seudocartesiano. Lo relevante es la cuestión en la que se embarca
ese método y no la fundamentación anticipada de dicho método antes
del énfasis en el objeto
mismo.
El ejemplo que utiliza Gadamer para encarnar la seudocartesiana
manera de elegir un método es la lógica inductiva de John Stuart.
Mill (1993: 48). Así pues, querer tomar las «moral
sciences»
como una lógica propia es algo que debe ser rechazado, puesto que la
base científica empírica no es el único método válido para
investigar las ciencias morales. Pero esto mismo no es sino una
diferencia de tipo metodológico, de cómo es posible investigar
válidamente los hechos que nos vienen dados por la naturaleza. Lo
realmente problemático de este asunto es que intenta formularse al
margen de un presupuesto metafísico, pues «sacar las consecuencias
a partir de regularidades no implica ninguna hipótesis sobre la
estructura metafísica de las relaciones en cuestión, sirve
únicamente para la previsión de regularidades» (1993: 48).
Asimismo, también se puede observar en las ciencias naturales la
adopción ideal que muestran sobre los fenómenos de índole social.
El conocimiento
histórico que recibe el trato de las ciencias humanas intenta
adecuar el hecho singular histórico a una aplicación de
regularidades empíricas que buscan la generalidad. Esta explicación
del fenómeno concreto se realiza a través de una regla general de
previsión de los hechos. Para la metodología científica es
necesaria la estabilidad y la incorrupción que posibilita la
correcta medición. En cambio, su fin verdadero es comprender un
fenómeno histórico singular en su unicidad2.
El problema que
muestran las ciencias naturales es que no eliminan el indeterminismo
de los hechos históricos, i. e., el movimiento azaroso del pasado
que nos llega a través de la interpretación. Por ello es más
realista aceptar este indeterminismo y buscar un nuevo camino que
permita la comprensión efectiva de esa realidad, más allá de
métodos unitarios, previos y reglamentarios. Lo que interesa es la
singularidad del hecho histórico, a eso debemos dar cabida con la
interpretación de la historia. La interpretación es un gran
desafío, pues implica un afrontamiento nuevo a eso que está
enfrente de nosotros, que nos instiga a comprender lo que
verdaderamente significa, y sin ningún tipo de mediación que nos
encamine a lo que estamos interpretando. A este nuevo mirar reflexivo
se refiere Gadamer cuando habla de la independencia de las «ciencias
del espíritu» con respecto a las «ciencias naturales». Ya no se
trata de encajar los hechos históricos en reglas generales
determinadas, sino de interpretar un significado, sin mediación de
lo que está justo enfrente de nosotros. Se trata de comprender un
fenómeno histórico en su particularidad y su singularidad; eso que
los hace originales.
ii. A vueltas con
Dilthey
Esta distinción
entre ciencias es la que arduamente atañía al interés de Dilthey.
Durante varias décadas el trabajo realizado por este autor estuvo
orientado a la fundamentación de las «ciencias humanas», así como
su distinción de las «ciencias naturales»3
Por una parte, la fundamentación filosófica de las ciencias humanas
pretende descubrir los confines de la experiencia histórica y de la
herencia idealista de la escuela histórica, completando la crítica
de la razón pura de Kant con una nueva «crítica de la razón
histórica». Para ello, parte obviamente del abandono del idealismo
especulativo, y buscando en la razón histórica una justificación
en el desarrollo simultáneo de un nuevo dominio en el interior del
cual la ciencia racional tenga un uso justificado. De este modo,
introduce el mundo histórico en el desarrollo autónomo de la razón
y lo integra en un saber puramente racional. Como dice Gadamer, «la
historia llega a ser un capítulo de la Enciclopedia del espíritu»
(1993: 57). Al modo de las ciencias exactas, Dilthey se propone
legitimar el conocimiento científico de una historia condicionada a
la objetividad de las ciencias.
Por otra parte
Dilthey diferencia las ciencias naturales de las del espíritu. Las
primeras siguen el método de la explicación a través de reglas y,
las segundas, el método de la comprensión histórica (de aquí
obtiene Gadamer un caldo de cultivo para su formulación futura de la
hermenéutica). Dilthey da un paso más allá del intento de
Schleiermacher4
de recrear una experiencia del autor, pues los eventos históricos
han de leerse como expresiones de la vida cotidiana, concretas y
singulares. Dice Gadamer que para Dilthey «tan impenetrable como sea
el fundamento de la vida histórica, esta vida no existe sin poder
comprender históricamente su posibilidad de tener un comportamiento
histórico» (1993: 59).
Dicho así, por una
parte la fundamentación filosófica de las ciencias humanas que
intentaba Dilthey entra en contradicción con su punto de partida de
la filosofía de vida como un comportamiento histórico. Y es que
Gadamer explica la razón profunda de esta inconsecuencia en el seno
del pensamiento diltheyiano acusándolo de cartesianismo
latente. Pues, al reflexionar histórico-filosóficamente en orden a
la fundamentación de las ciencias humanas, no se puede aspirar a un
hecho histórico singular y concreto, sino a la intención de la
empresa
de los dogmas autoritarios
y del saber únicamente verdadero (y aquí las resonancias
cartesianas de su pensamiento). Comenta Gadamer acerca de esta
inconsistencia que el pensamiento de Dilthey «se efectúa
precisamente por las objetivaciones del espíritu tales como la
moral, el derecho positivo y la religión, ligando al ser particular
con la objetividad de la sociedad» (1993: 65). Esta es la razón por
la que no puede resolver el problema que se había planteado antes,
eo ipso,
intentar fundamentar las ciencias humanas para colocarlas en el
modelo expreso de las naturales.
iii.
Martin Heidegger y el despertar de una ontología afín a la historia
En
lo que sigue después de la distinción entre ciencias naturales y
humanas es preciso apuntar el caso de Husserl. El retorno a la
dimensión de la vida vivida bajo el prisma de la investigación
fenomenológica acaba por revisar la oposición entre ciencias que se
realizaba anteriormente. Estas ciencias deben ser comprendidas a
partir de la intencionalidad de una vida que se piensa como
universal. Husserl justifica esta intencionalidad en el marco de la
autorreflexión de la filosofía.
Gadamer
alude a que, gracias a estos descubrimientos de Husserl, Heidegger da
a la luz una cuestión del ser en un sentido más radical todavía.
Heidegger comenta que las cosas (los entes subsistentes) son
incomprensibles y no pueden aprehenderse desde el derivado de la
comprensión que son las ciencias naturales. Pues la comprensión, en
Heidegger, es la forma de estar-ahí en el tiempo, en lo que huye de
toda la presencialidad, lo que se vive como un ser-en-el-mundo
constituye el «saber-ser» y la «posibilidad». La analítica
existencial del estar-ahí tiene una relevancia metafísica nueva
que, a diferencia de las ciencias humanas, tiene la fuerza
inconmensurable de lo ontológico. Heidegger dice estar más allá de
toda metafísica tradicional y asegura una posición radicalmente
nueva frente a las aporías de los autores historicistas anteriores.
Explica
Gadamer que «Heidegger, partiendo de Dilthey, va más lejos, llega a
ser el iniciador de una reflexión ontológica radical y desarrolla
toda comprensión como pro-yecto (entwurf)»
(1993: 73) La comprensión (verstehen)
adquiere una nueva connotación que revela el sentido práctico de un
«saber
hacer», un «conocerse
en algo» o un «saber
como reencontrarse en
ello».
Es así, que la comprensión, con Gadamer, «no se proyecta
únicamente en el esfuerzo de comprensión hacia un significado
[doble sentido de la palabra]5,
sino que adquiere por la comprensión una libertad de espíritu
inédita». Así bien, con Heidegger, la comprensión se abre a la
expresión de la propia vida, más allá de la experiencia de un
saber que reduce la experiencia a lo escaso que pueden dictar las
reglas empíricas de las ciencias. Frente a este modo de comprensión
axiomático, Heidegger revela el pensamiento de la vivencia en un
sentido plenamente ontológico, donde la valoración de la historia
depende de una valoración que inunda nuestra vida en el estar-ahí.
Este reconocimiento de la comprensión histórica sobre la existencia
humana que está ahora ya huyendo de su propia presencialidad le
sirve a Gadamer de caldo de cultivo para su formulación de la
hermenéutica. La comprensión histórica más que una lógica del
procedimiento de las ciencias tiene relación con la interpretación
de un tiempo ya-pasado que es ya-siendo en la facticidad de los
hechos. La labor de Heidegger es para Gadamer «haber reconocido el
tributo que paga el conocimiento histórico a la estructura
proyectiva del estar ahí» (1993: 75). Así es que la historia nos
pertenece a todos nosotros y hablar de historia consiste a la vez en
ya estar dentro del paso de los hechos, la historicidad del estar-ahí
en su incesante movimiento. Lo pasado no es sino una muestra que está
por repetirse ya-siempre, al modo del da
capo
nietzscheano. Heidegger comenta que los dos momentos «estar-arrojado»
y «el pro-yecto» se deben pensar a la vez, conjuntamente como una
totalidad existencial.
Esta
estructura existencial de «pro-yecto-arrojado» es, para Gadamer, el
fundamento de la comprensión, de un conocimiento del «ser-arrojado»
que se proyecta a un «saber -ser» futuro. De modo que la facticidad
del ser es comprendida por el ser a través de la interpretación del
mismo (este será el punto en el que se formule la hermenéutica).
Frente a la constitución trascendental de la fenomenología de
Husserl, aquí nos encontramos con una «hermenéutica de la
facticidad» que abre el campo a la comprensión de la tradición
histórica (concepto crucial en la hermenéutica gadameriana), que no
es sino la vía al recuerdo y preocupación en nuestros
comportamientos cara a cara con el pasado, en el cual participamos
constantemente. Gadamer pasa aquí a exponer su concepción positiva
de la tradición al decir que la tradición «no constituye, de
hecho, un problema de conocimiento, sino un fenómeno de apropiación
espontánea y productivo de contenidos transmitidos» (1993: 79).
Dicho así, para proceder a hablar de una hermenéutica histórica es
necesario eliminar la oposición que existe entre tradición e
investigación, entre historia y saber. De ser así podríamos ser
más justos con nuestra tradición viva, que a cada momento se
establece en la estructura existencial del estar-ahí.
Como
consecuencia, en lo que respecta a la conciencia histórica explicita
Gadamer que hay que tomarla como «una transformación relativa,
aunque revolucionaria, en el interior de aquello que constituye
siempre el comportamiento del hombre cara a cara con su pasado»
(1993:80)
y no interpretar la totalidad de su historicidad como un prejuicio
del que debamos liberarnos en su estudio.
iv.
La recuperación de Aristóteles para el saber histórico
Una vez expuesta la
base para la hermenéutica desde el prisma temporal heideggeriano,
pasa Gadamer a dar pie a una vinculación con la ética de
Aristóteles, en la que que se interesa por el papel que debe asumir
la razón en todo comportamiento ético y este papel de la razón y
del saber relacionado con el del saber histórico6.
Es decir, la relación entre las situaciones humanas y el saber
histórico.
Aristóteles subraya
que en el campo de la ética no son necesarias unas reglas tan
estrictas como las de las matemáticas, lo cual sería
faltar a su fin pues tiene más relación con el saber actuar y
comprender cómo uno puede obrar de un modo más justo o hacia fines
justos. Recordemos al principio de este estudio lo que comentábamos
acerca del objeto
mismo
como el principio fundamental. Lo relevante de la cuestión no es el
método mismo, sino que es sustantivo en cuanto que está definido
por el objeto (la experiencia vivida, p. e., en el saber histórico).
Aunque cuando Aristóteles comenta esta cuestión se está refiriendo
a una objetividad heredera de la concepción socrático-platónica,
debemos recordar que a Gadamer le interesa más bien rechazar este
estilo objetivista para llegar así a una comprensión hermenéutica7:
«la comprensión constituye ella misma un momento del devenir
histórico» (1993: 84).
Dicho esto en
relación a la comprensión, es necesario aludir aquí a la
distinción que ofrece Aristóteles entre el saber ético de la
Phronesis
y el conocimiento teórico y «científico» de la Episteme.
Esta última está ligada al conocimiento de las verdades de la
matemática y de un conocimiento sobre la demostración. Sin embargo,
para pensar en la dimensión de la acción humana, tenemos que
constatar cierta indeterminación de lo que puede ser dado, de una
manera o de otra. Gadamer dice que «se relaciona con aquello que no
es siempre tal como es y que puede también ser de otro modo»
(1993:85),
i. e., un devenir que circunda a toda acción humana, al cual no
podemos imponer regla matemática alguna, sino que se trata de la
actividad de los hombres en sus vidas particulares. El conocimiento
ético guarda relación con la Techne,
el conocimiento o habilidad de los artesanos, pues ese saber cómo
fabricar una cosa y cómo «saber situarme en él» es propio de la
esfera del comportamiento ético. Ambos no son saberes abstractos,
sino saberes de la acción práctica que ofrece cada día la vida
cotidiana, en la que unos objetos con otros se imbuyen en la
facticidad de lo práctico. Pensemos, por ejemplo, en la imagen de un
carpintero que enseña a su hijo a trabajar la madera y a llevar a
cabo su oficio manual; vemos aquí una relación
práctica con el oficio que está inmiscuida en la esfera del saber
ético que compete al comportamiento del chico que aprende a trabajar
la madera y a su padre que le muestra como ejercer la tarea. Al saber
fabricar algo se conoce un bien —un
saber «para sí»— que da una manera capaz de pasar a la ejecución
de una actividad y en una situación concreta. El
saber práctico del artesano ya lleva consigo la relación de un
comportamiento ético en su propio obrar en la practicidad. A pesar
de ello y más allá de las diferencias bien conocidas entre los dos
ámbitos, vemos un vínculo en la noción de saber práctico que
ofrecen las dos esferas de un saber práctico.
Así pues, siguiendo
con el ejemplo, en las decisiones éticas también se aprende algo
que va destinado a un fin que busque lo justo y lo recto, al igual
que el carpintero que quiere una puerta ajustada al marco de la casa.
Comenta Gadamer que, siendo así, «la función de la decisión ética
consiste en encontrar, una situación concreta, aquello que es justo»
(1993: 87).
En la exposición de
una serie de elementos de respuesta en el análisis aristotélico de
la Phronesis
muestra Gadamer sus tres descripciones. Es decir, en distinción
entre el saber artesano y el saber ético expone Gadamer tres
diferencias y relaciones entre ambos. En primer lugar, alude a que
una técnica se aprende y se olvida, cosa que no sucede con el saber
ético. En segundo lugar, se da una diferencia de las relaciones
conceptuales entre fin y los medios, en el saber ético y el
práctico, cada uno por su lado. Pues la finalidad de la ética no es
una cosa singular que llegue a ser fabricada al modo de la puerta que
fabrica un artesano en nuestro ejemplo, sino que el fin ético en
Aristóteles inmiscuye al hombre en toda la totalidad de acciones
humanas en las que se da ese comportamiento ético (el saber «para
sí» del que habla Aristóteles es la aplicación perfecta de cómo
se desarrolla la ética en una situación dada)8.
Y, en tercer lugar, en este punto Gadamer se refiere a la relación
que se establece entre dos personas, esa relación no es la de dos
cosas que no guardan relación, sino de la comprensión que se da
entre ellas muestra una «afinidad». Toma mano aquí del concepto de
Synesis que aparece en Aristóteles como un espíritu de
discernimiento de la situación de otro, un discernimiento
comprensivo que se entiende, según Gadamer, como la «virtud de
saber juzgar equitativamente la situación del otro» (1993: 94).
Evidentemente, esta dimensión no está únicamente en relación a un
saber técnico, sino que es puramente ética, tal es el saber de la
virtud.
v. Los comienzos de
la hermenéutica
Una vez que nos
queda planteado el modelo aristotélico para abordar la problemática
del saber ético, podemos avistar en este una buena base para guiar
el esclarecimiento de la hermenéutica. Esta hermenéutica no va
acorde a una aplicación subsidiaria que se adhiere a la comprensión,
sino que entiende que el mismo saber histórico es un proceso que se
sumerge en un devenir histórico que lo envuelve (el acontecimiento
histórico).
Superados ya el
historicismo de Dilthey y su pretensión racionalista del
conocimiento de la historia, Gadamer se dirige a los análisis
fenomenológicos de Husserl y Heidegger para orientar su estudio
hacia la hermenéutica con una novedosa ontología temporal del
«estar ahí», la cual sirve de nutriente para enmarcar el estudio
del proceso histórico más allá de un planteamiento de tipo
objetivista.
De Aristóteles
podemos rescatar la relación que existe entre saber ético y ser
ético. En este vínculo vemos la integración del saber en una
sustancia que compete al comportamiento ético. Por ejemplo, las
formas de comportarnos día a día son las que embuten una realidad
ontológica del hacer cotidiano que nos definen como seres éticos.
La práctica del saber ético, el actuar sabiendo unos fines y medios
adecuados para una realidad concreta lleva consigo esta implicación
ontológica de la historia misma. A este comentario de Aristóteles,
añade Gadamer, que en el presente trabajo de El
Problema de la conciencia histórica,
se va a ver que «el conocimiento histórico es a la vez saber
histórico y el ser histórico» (1993: 96).
Al aludir Gadamer a
la estructura de la comprensión que se encuentra en la base de la
hermenéutica comenta acerca del concepto de tradición, del que
hablamos anteriormente, su relación con la idea de círculo. Se
trata de una relación circular entre el todo y las partes, dice, y
este todo se comprende por las partes mismas que dan luz y
significación a una experiencia vivida, texto u obra de arte
(Gadamer utiliza el ejemplo del estudio de un texto en lengua
extranjera). La significación que viene anticipada por un todo, por
una tradición, espera ser confirmado por las partes para formar una
unidad de una «mirada concordante»
(1993:96),
llama Gadamer. Esta coherencia perfecta del significado global es el
criterio que tenemos para pensar la comprensión y si faltase dicha
coherencia, habría entonces un fracaso de la comprensión. Así se
formula el círculo hermenéutico9
del todo y de las partes.
A Gadamer no le
parece convincente, acerca de Schleiermacher y del Romanticismo, lo
positivo de su concepción de la comprensión como un mero factor
subjetivo, pues cuando enfrentamos un texto no nos colocamos en el
lugar de otro (del autor), sino que se capta el sentido,
el significado que nos transmite. Fuera de una empatía con el autor
o una subjetividad del interlocutor, la comprensión hermenéutica
desvela lo comprensible por sí mismo del texto, lo que se hace
presente en su encuentro. Dice Gadamer que «la comprensión es una
participación en la
pretensión común»
(1993:97),
pues abarca lo que tenemos a disposición en una tradición
compartida de sucesos históricos que nos hacen anticipar
informaciones a la hora de enfrentarnos al texto y guían a nuestra
comprensión. Este círculo no va acorde a lo objetivo, formal o
subjetivo, sino a un juego que se vincula al interior del texto con
el que se habla: «El intérprete quedaría así de mediador entre el
texto y la totalidad que subyace al texto» (1993:99).
Ahora bien, la
comprensión se afirma en una dimensión ontológica que tiene este
círculo. Pues el lugar del que proviene es de una interpretación
auténtica que está dirigida a la cosa misma y se aprehende en el
estar-ahí con eso que se nos presenta. En el espacio temporal en que
se nos muestra el texto o la obra ya estamos supuestos a un viraje
ontológico del devenir y constituye el sentido de la comprensión.
Heidegger designaba por «tarea primera, permanente y última» a
esta comprensión interpretativa. Gadamer afirma que «el carácter
circular de la comprensión es precisamente el resultado del esfuerzo
que realiza el intérprete para atenerse severamente a este programa,
en despecho de los errores que podría cometer en el curso de sus
investigaciones» (1993: 100).
Heidegger describe
la oscilación perpetua de perspectivas interpretativas, dónde la
comprensión se da como un proyecto nuevo que viene a reivindicar una
forma con remites ontológicos de la comprensión. La tarea constante
de la comprensión reside en un proyecto auténtico que «espera ser
recompensado por una afirmación que viene del objeto» (Gadamer,
1993: 101). La interpretación del texto no tiene por qué ser
entendida como la vía de un método, sino que busca, más bien, la
radicalización de una comprensión que se lleva cabo por el
intérprete mismo.
El problema de la
hermenéutica aparece cuando en una situación concreta dos momentos
temporales no son inseparables, el momento anterior se atrae al de
ahora en adelante
que busca captar el sentido de lo que se tiene enfrente. Heidegger
presentó esta vivencia en el Dasein, ser/estar-ahí, y Gadamer la
transporta a su problemática con la interpretación de la
hermenéutica. Ser
y Tiempo
es, según postula Gadamer, considerado un ejemplo de aplicación a
un caso concreto de la tarea universal que deriva de la estructura de
anticipación característica de la comprensión (pero en Ser
y Tiempo
se trata el «caso concreto» del problema ontológico). Esta noción
de círculo hermenéutico que instaura Heidegger revela un nuevo giro
frente a todas las concepciones anteriores, planteando que el círculo
no se puede desprender nunca de la precomprensión anticipatoria de
prejuicios, tradiciones y luces veladas del pasado. De este modo, tal
caracterización circular debe ser completada por una coherencia
perfecta que se entiende, en un primer sentido, como una anticipación
de naturaleza formal. La coherencia está actualizándose siempre y
poniéndose en ejercicio comprensible, «este es el instante preciso
en que aparece la duda, y en que ponemos en movimiento nuestro
aparato crítico» (Gadamer, 1993: 107). Para transmitir la verdad
misma del texto no podemos basarnos en justificaciones reglamentarias
algunas, puesto que el encuentro con el texto no puede estar separado
de la comprensión del propio texto, todo sucede allí y sin a
priori
alguno. Nuestro aparato crítico presupone que la expresión sea
adecuada, coherencia perfecta y confirma la idea original de la idea
de «conocerse allí en algo». El intérprete anda a vueltas con el
texto y nunca le da de lleno, interpela al texto por medio de la
interrogación.
La filosofía trata el pensamiento de las preguntas y no de las
respuestas (que dan, con frecuencia, la ciencia y religión), y es en
esa interrogación
en la que se mantienen vivas y despiertas todas las posibilidades10.
Esta es la situación hermenéutica que desvela El
problema de la conciencia histórica
de Gadamer.
vi. Conclusiones
Este estudio ha
pretendido realizar una lectura del texto
El problema de la conciencia histórica
en Gadamer que nos acerque a una visión dinámica e introductoria
para entender su modelo de hermenéutica. En el estudio se van
desglosando pieza por pieza las claves para dar razón a un saber
histórico que se inmiscuye en el seno del ser histórico mismo.
Partiendo de la problemática inicial del historicismo de Dilthey y
la concepción histórica de Schleiermacher, llegamos al ungüento
teórico del saber ético aristotélico y la relación que establece
Gadamer con el saber histórico. Paso por paso, capítulo por
capítulo, a lo que nos va llevando la obra Gadamer es a su visión
de la comprensión hermenéutica, para ello repara en Heidegger dando
un nuevo sentido a la ontología de Ser
y Tiempo.
De tal manera que llega a describir, por fin, su forma de saber
histórico que es la hermenéutica.
Para Gadamer, la
comprensión no es el estatuto de una acción de alguien, ni se puede
archivar en la mera razón instrumental de una acción humana, sino
que presenta la forma del lenguaje como agente existencial mediador
de la experiencia hermenéutica. El comprender consiste en insertarse
en eso que se ha vivido mediante transmisión histórica, logrando
fusionar los horizontes del pasado con el presente y futuro. Para la
realización de estudios históricos, Gadamer nos proporciona una
nueva vía que rompe con las metodologías de las ciencias humanas
historiográficas, dando a la luz un saber histórico que se
relaciona con la condición ontológica del ser, que no separa la
historia del ser mismo y no hace de ella un mero saber académico que
busque las respuestas de la historia. Todo estudio, todo estudiar,
así como el martillear
del que habla Heidegger, está azotado por el devenir histórico y no
puede tomarse con unas reglas aparte de la experiencia vivida, sino
que debe insertarse en esa vida misma. La cosa misma sólo se puede
pensar como ese movimiento de la experiencia y la comprensión no es
una epistemología al modo tradicional, ya que no fundamenta un saber
aparte de la realidad del ser. Es en este texto dónde se vislumbra
la idea de una comprensión histórica con claridad, permite rearmar
la relación heideggeriana del ser con una nueva forma de verdad que
confluye con el método, permitiendo a todos los intérpretes una
visión abierta a todas las posibilidades interpretativas.
Asimismo,
las concepciones románticas de tradición, prejuicio y
anticipaciones históricas van más allá con Gadamer, presentándonos
un esfuerzo nuevo que permite la conciencia de la eficacia histórica.
Además de la tradición, que precomprende el ser, podríamos aludir
a la autoridad. Esta también se imbuye en el acontecimiento
histórico para desvelar el camino a la interpretación. La visión
positiva de estos conceptos puede resultar conservadora para muchos
progresistas modernos implicados en la razón y la libertad de
prejuicios como la vía más democrática o dialéctica de la
histórica (p. e. Habermas). Gadamer aquí se vuelve atrevido como
Heidegger y se preocupa más en el pensar la raíz ontológica de los
hechos históricos, que de la dialéctica de clases y las soluciones
neokantianas al problema. De ahí que prime la pregunta ante la
respuesta, pues la misión de la filosofía va más del lado de la
interrogación hermenéutica, puesto que nos permite llegar a un
sentido de la coherencia con la que vivimos ahora, antes y después.
Bibliografía
fundamental
Gadamer,
H. G. (1993), El
problema de la conciencia histórica,
Madrid: Tecnos.
Gadamer,
H. G. (1977), Verdad
y Método I,
Salamanca: Sígueme.
Bibliografía
consultada
Domínguez
Caparrós, J. (1997), Hermenéutica,
Madrid: Arco/Libros.
Grondin,
J (1999), Introducción
a la hermenéutica filosófica,
Herder: Barcelona.
Heidegger,
M. (2001),
Hitos,
Madrid: Alianza.
Maceiras,
M. y J. Trebolle (1990), La
hermenéutica contemporánea,
Madrid: Cincel.
Palmer,
R. E. (2002), ¿Qué
es la hermenéutica? Teoría de la interpretación en Schleirmacher,
Dilthey, Heidegger y Gadamer,
Madrid: Arco.
Recas,
J. (2006), Hacia
una hermenéutica crítica: Gadamer, Habermas, Apel, Vattimo, Rorty,
Derrida y Ricoeur, Madrid:
Biblioteca Nueva.
Sánchez
Meca, D. (1996), Fundamentos
de hermenéutica aplicada. Comprensión e interpretación de las
obras filosóficas,
UNED: Madrid.
Santiago
Guervos, L. E. (1997), Gadamer,
Madrid: Ediciones del Orto.
Vattimo,
G. (1989), Más
allá del sujeto. Nietzsche, Heidegger y la Hermenéutica,
Barcelona: Paidós.
Webgrafía
http://www.uma.es/gadamer/styled-10/page14/index.html
http://www.uma.es/gadamer/resources/vigo.pdf)
1Como
dice Mª
Carmen López Sáenz (UNED, Madrid), en su estudio La
aplicación gadameriana de la phrónesis a la praxis:
«Gadamer
nos enseña que la dominación tecnológica, basada en la ciencia,
tiene su raíz en el olvido y en la deformación de lo que realmente
es la praxis. De este modo, ejemplifica su propia hermenéutica, la
cual no es una simple nostalgia repetitiva del pasado (en este caso
de la phrónesis aristotélica), sino una apropiación del mismo
para aplicarlo a nuestra situación actual; así es como se ilustra
la fusión de horizontes, que no es confusión o yuxtaposición de
los mismos, sino ampliación del nuestro. Con Aristóteles
aprendemos que la praxis no es la aplicación mecánica de la
ciencia a tareas técnicas, sino la sabiduría práctica que surge
del intercambio y del diálogo entre ciudadanos»
(consultado
en http://www.uma.es/gadamer/styled-10/page14/index.html).
2«La
racionalidad (Rationalität) de la praxis humana y la de la
filosofía práctica no se oponen a lo contingente como a algo
distinto de ellas. Se fundan en la facticidad de la praxis de
nuestra realidad vital y no en la deducción de un principio, como
corresponde al ideal demostrativo de la ciencia»
(consultado en
http://www.uma.es/gadamer/styled-10/page14/index.html).
3Es
curioso que de las casi cinco mil páginas de que constan los
dieciocho volúmenes de Gessammelte Schriften, sólo unas
ciento cincuenta estén dedicadas al tema de la Hermenéutica. W.
Dilthey, Gessammelte Schriften, vol. V p.74
4«A
principios del siglo xix,
F.
Schleiermacher
criticaba
la hermenéutica por su falta de unidad; afirmaba que la
hermenéutica, como arte de la comprensión, no existía como un
campo general, sino como una pluralidad de hermenéuticas
especializadas»
(Palmer,
2002: 69).
5Añado
los corchetes.
6A
este respecto dice el profesor Alejando G. Vigo: «Para
ello, Aristóteles debe diferenciar y ampliar la noción misma de
verdad, a través de la introducción, junto al concepto habitual de
verdad teórica, de la noción de verdad práctica, una noción tan
decisiva como difícil de comprender y, de hecho, muchas veces mal
comprendida en la historia de la recepción del pensamiento
aristotélico. Heidegger apuntaba de este modo a liberar a la propia
noción de verdad de su sujeción habitual al estrecho entorno de la
actitud teórico-constatativa y a reconectarla, así, con el ámbito
de significación, más amplio y también más rico, abierto
originariamente en el acceso inmediato y pre-teórico al mundo de la
vida» (consultado en
http://www.uma.es/gadamer/resources/vigo.pdf).
7«La
comprensión hermenéutica es un asunto previo a la diversificación
del saber en áreas y métodos, ya que no es un modo más de
comportarse el sujeto frente al objeto, sino su modo peculiar de ser
y el modo de ser de todo lo que es comprendido; en otras palabras,
la comprensión no es una techné, sino una categoría ontológica
que nos humaniza. Siguiendo a Heidegger, Gadamer traduce phrónesis
por Gewissen o conciencia que orienta la acción hacia la elección
auténtica para sí mismo. Esto es lo que, según Gadamer,
caracteriza justamente a la comprensión. Aristóteles también
vinculó la comprensión (sínesis) a la phrónesis, haciendo de
aquélla una modificación de la virtud del saber moral, una forma
de juicio moral. La sínesis es saber práctico, aunque no está
dirigida directamente a la acción, sino al juicio. La comprensión
no es un puro saber-tener práctico; tampoco un beneficio, sino "la
aplicación del saber apropiado al juicio sobre el caso práctico
del otro", es un desplazamiento a la situación concreta del
otro; como la phrónesis , no es un saber objetivo o saber a
distancia, sino un saber comprensivo. de los demás en virtud de la
racionalidad de sus pensamientos y acciones».
Este
texto fue recogido de la “Página
de Luis Enrique de Santiago Guervós, Universidad de Málaga,
España” de la autora Mª Carmen López Sáenz (UNED, Madrid): La
aplicación gadameriana de la phrónesis a la praxis.
8Gadamer
expresa esta diferencia de la siguiente manera: «llamamos
saber ético a este que engloba de una forma tan original nuestro
conocimiento de los fines y de los medios y se opone precisamente
desde este punto de vista a un saber puramente técnico» (1993:
93).
9Con
mayor o menor acierto afirma Vattimo: «Schleiermacher
fue el primero en exponer teóricamente con cierta claridad lo que
las teorías modernas llamarán ‘círculo hermenéutico […].
Schleiermacher extiende el cometido de la hermenéutica al terreno
más frecuente del diálogo en el que el hablante atribuye un
sentido particular a las palabras que contienen el mensaje dirigido
al oyente. De cara a la palabra hablada, la comunicación verbal de
la escritura presenta la enorme desventaja de no satisfacer el
requisito implícito en el acto de la conversación que, apelando al
procedimiento de preguntas y respuestas sostenidas con el
interlocutor contemporáneo, promueve la interpretación directa»
(Domínguez Caparrós, 1997: 23-24).
10Gadamer
expone al final de
El
problema de la conciencia histórica la
cuestión acerca de la interrogación. Esto es, se trata de que la
interrogación es el mediador universal de la dialéctica
hermenéutica. Desvela el prejuicio que precomprende nuestro
ser-arrojado y vuelve a la hermenéutica una tarea nueva, que
mantiene las posibilidades ontológicas abiertas en la
interpretación del texto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario